Saludo de Navidad Padre Patricio Romero















Escuchamos del Apostolado HARPA DEI: Adeste Fideles.


















Tres pasiones desordenadas, que destruyen el alma, el corazón y la convivencia y unión de la familia, se remecen con temor y pavor ante la escena del pesebre...

Conmovido el Hijo de Dios por nuestra desdicha, dejó el seno de su Padre y vino al mundo, abrazando una vida humana abrigada por la humillación, la pobreza y los sufrimientos, a fin de destruir la obra de nuestros pecados  y darnos eficaces remedios a las heridas que una vida sin la gracia de Dios nos había causado. Viene este Divino Niño Salvador para curarnos de todos estos males, para merecernos la gracia de llevar una vida humilde, misericordiosa y virtuosa, con el sustento de la gracia, el resplandor de la fe y el lenguaje de la oración. 

No solamente quiere Él Señor  depender de su Padre celestial y obedecerle en todo, sino que quiere también obedecer y depender confidamente de la voluntad humana redimida y santificada.
  Y se entrega extendiendo sus pequeñitos brazos al amparo del Casto Patriarca y Santo Carpintero José, y deposita su inocente y divino Corazón, en los cuidados y afectos celestiales del Inmaculado Corazón de María Santísima Reina de la Paz.

Gospa nuestra, Gospa mía, alcánzanos la gracia de dejarnos asemejar, por la acción del Espiritu Santo, al manso y humilde Corazón del Divino Niño Jesús que, muy lejos de buscar lo que podía ensalzarle en la estima de los hombres, quiere, por el contrario, nacer en la oscuridad y en el olvido; quiere que unos pobres pastores sean secretamente avisados de su nacimiento por un ángel, a fin de que las primeras adoraciones que reciba vengan de los más humildes entre los hombres. 

 ¡Oh, cielos! ¡asombraos! ¡un Dios en un establo! Podía escoger el más espléndido palacio; mas, como ama tanto la pobreza, no lo hará. Un establo será su palacio, un pesebre su cuna, un poco de paja su lecho, míseros pañales serán todo su ornamento, y pobres pastores formarán su corte.

La Reina de la Paz nos recuerda que su Hijo baja a nuestros altares, que mora en nuestros sagrarios, que su carne, es verdadero manjar y su sangre verdadera bebida para nuestras almas;... reconozcamos cual es el mejor lugar y el verdadero sustento que necesitan nuestras familias y nuestro corazón.

Que la llamada de la Reina de la Paz sea acogida por nuestras familias y que la gracia y la paz del pesebre de Belén resplandezca en nuestros pensamientos, anhelos, acciones e intenciones. 


Feliz Navidad


Atte. Padre Patricio Romero